Tuesday, February 23, 2010

Quizas una nueva oportunidad para el Desierto...

Qué hacer con los cultivos tradicionales
A pesar de contar con buenas condiciones de clima y suelo para su producción, en Chile los cultivos anuales van en baja, en especial el trigo y el maíz. Mayor transparencia en la cadena, incorporar biotecnología y diferenciación de calidad y uso podrían ayudar a revertir la situación.



Mientras en Chile la fruta conquistó mercados y se convirtió, por años, en un potente motor de empleo e ingreso del agro, los cultivos, mal llamados tradicionales, -trigo, maíz, arroz- han ido perdiendo terreno, a pesar de ser vitales para la seguridad alimentaria y la base productiva de un gran número de pequeños agricultores del país. Como muestra un botón. En las últimas décadas la superficie de trigo, el monarca de los cultivos tradicionales, ha caído 20% y sólo alcanza a abastecer un 45% de la necesidad interna, según datos de Cotrisa (en 2005 llegaba a 85%). Y esta tendencia descendente -producto de razones que van desde problemas de transparencia de mercado, hasta necesidad de incorporar más tecnología-, se ha vuelto casi permanente. Según datos del último censo agrícola efectuado en 2007, la superficie de cereales disminuyó en 167 mil hectáreas en relación a 1997.
"Los últimos 5 años la producción de trigo ha bajado 30%. Del millón 900 mil toneladas de producción que había en 2005/2006 2005/2006 actualmente vamos en cerca de un millón 300 mil. Lo que está pasando es que en las zonas centro sur se están cediendo los terrenos para suelo urbano y en la VII Región los trigueros se están cambiando a frutales y hortalizas, cultivos que resultan más rentables", explica Ximena López, gerenta técnico de Granotec.
Devolverles a esos cultivos su fuerza resulta vital. Sólo en el trigo, según datos de Odepa, involucra a más de 2.500 agricultores. Además, muchos de estos cereales se producen en zonas donde no existen muchas otras alternativas, por temas climáticos y condiciones de tierra.

Entonces ¿qué hacer para que los cultivos tradicionales se vuelvan más rentables? Depende de qué se trate y del problema que lo afecte.

Diferenciar para conquistar nichos

En el caso del trigo, más allá de los factores exógenos como son bajas de precios internacionales y alzas de costos, el principal problema es la poca diferenciación en el mercado, lo que se traduce en una falta de incentivo para generar productos con mayor valor agregado.
Según las mediciones efectuadas en 2009 al trigo nacional, 63% corresponde a la clasificación de fuertes e intermedios -los más caros-, 27% a trigo suave y 10% no alcanzó la calidad para estratificarlo. En cambio 60% de los trigos importados corresponden a suaves, sin embargo es esta la calidad que impera para definir los precios de la producción nacional.
"Falta generar confianza para dar paso a los acuerdos entre todos los integrantes de la cadena. Para el arroz se instauró un modelo de comercialización (ver recuadro) que debe extenderse a los demás cultivos tradicionales y sería suficiente para generar tranquilidad en los mercados. No puede pasar que los agricultores tengan que salir con camiones a la carretera para lograr acuerdos", señala Eduardo Meherson.
Dentro de los puntos claves para lograr la unión de la industria, está la estandarización del producto -que se identifique qué calidad se produce- lo que para los productores tendría la ganancia extra; apuntar hacia nichos de mercado.
"Cada variedad de trigo tiene ciertas características determinadas, están las forrajeras, para la elaboración de galletas, de pan, pastas o frica pero la cantidad de productores que identifica esa variedad no llega al 10%. No hay una ley que obligue a identificarse, es como si el vino se vendiera sin especificar su variedad. El drama del trigo chileno es que no se estandariza y no se puede tener una industria moderna sin estandarización porque se interrumpe la cadena, hay una gran diferencia entre las calidades y si eso no se entiende, vamos a seguir siendo un país subdesarrollado sin poder competir con el trigo importado, la gran diferencia entre el trigo importado y el nacional es que el que se importa llega todo con una misma calidad, parejo", explica Eric von Baer, productor y genetista de cereales de la IX Región.
No deja de tener razón en que la inversión se paga. Molinos como Collico de Valdivia o empresas como Granotop pagan entre 4 y 6% más por la diferenciación, principalmente porque si no se diferencia, el costo pasa a la industria, que debe ir improvisando comprando otros granos para nivelar calidades y eso resulta caro.
Además lo ideal es trabajar con variedades certificadas, lo que si bien tiene un mayor costo, garantiza mejores resultados en cuanto a calidad y rendimiento. El problema es que según datos de Granotec, alrededor de 35% de los productores de trigo no la usan.
Y esta diferenciación debe incorporar las demandas del consumidor. A trigos más saludables con mayor cantidad de antioxidantes o trigos color blanco con alto contenido de fibra y que conserven su crocancia.
"Ya se están produciendo trigos con 50% de amilosa, en vez de 25% que tienen las variedades tradicionales lo que permite que tengan mayor índice glicémico, es decir, que colaboren a evitar la resistencia a la insulina que es el paso previo a la diabetes. En Chile hay mucha obesidad, eso conduce a que haya riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares, con éstas variedades de trigos esa sentencia podría revertirse hasta cierto punto", explica Ximena López.

Competencia pareja

En el caso del maíz, donde Chile se autoabastece sólo de un 43% según Odepa, la caída en la superficie sembrada no ha sido tan fuerte como la del trigo, se pasó de 133.790 en 2005 a 128.111 en 2009, los problemas están en la cadena de comercialización.
Al igual que el trigo, el precio que se paga a los productores nacionales se fija de acuerdo al costo de internación, es decir el costo del maíz importado. El problema es que en caso de Argentina por ejemplo, llega a estar subsidiado en alrededor de 35% y en el de Estados Unidos 40%, lo que repercute en una competencia desleal para los productores nacionales. Desventaja que aumenta debido a que no existen controles de calidad para el maíz importado.
"Cómo se fija el precio del maíz es un problema estructural que hemos estado tratando de resolver desde 2005, pero sin avances. Al no haber controles de calidad para el maíz de importación la competencia no es justa, el precio se fija con un maíz de calidad dudosa, cuando el maíz nacional es de primera. El productor nacional sí está sujeto a control de calidad que la misma industria lleva a cabo. Ahí hay otro problema, quien mide la calidad es la industria con laboratorios propios y los productores no cuentan con laboratorios para pedir contra muestra en caso de duda", explica Gloria Paredes, vocera de pequeños y medianos productores maiceros del
Valle Central.
En biotecnología -entendiendo que ésta no es sólo transgenia- el maíz es el cultivo tradicional más avanzado. Ya se han desarrollado sistemas de mejoramiento molecular que permiten acelerar la velocidad y precisión del mejoramiento genético, lo que se traduce en que se obtengan más rápido las cualidades que la agroindustria y agricultores requieren, como mayor rendimiento o tolerancia a enfermedades y sequía.
"Debido al tamaño del mercado, existen muy pocos programas de mejoramiento genético de maíz específicamente para Chile, sin embargo indirectamente el mejoramiento molecular ya ha impactado positivamente la oferta de híbridos disponibles y el rendimiento del grano de ellos", explica Dr. Hugo Campos, gerente de asuntos regulatorios de Monsanto.
Además los productores nacionales tienen otro handicap en contra. En países como Estados Unidos, Brasil y Argentina, está permitido cultivar maíz transgénico, lo que disminuye costos de producción.
"Nuestro paquete tecnológico es muy caro, la cantidad de fertilizantes que usamos es muy alta en comparación con Estados Unidos por ejemplo que al contar con transgenia, necesita mucho menos agroquímicos. Producir sin transgenia debería tener un valor agregado, un precio que en Chile no se paga. La autoridad podría orientarnos en torno a exportar a un mercado que lo valore", señala Gloria Paredes.
Así los transgénicos pueden ser una solución. Y también el no tenerlos, pero siempre que se tenga claro qué se quiere hacer y se trabaje acorde a ello, y con reglas claras.
"En los transgénicos hay una tremenda oportunidad. En Chile se producen semillas transgénicas para exportar pero no se pueden cultivar. Lo más grave es que prácticamente 100% del maíz importado es transgénico, es decir se consume y no se sabe porque no están rotulados. Falta mirar los mercados y ver cuáles son las oportunidades; decidir ser un país no transgénico puede ser un valor agregado si se explotan los nichos de mercado adecuados, como colados para guagua", explica Eduardo Meherson, gerente de Cotrisa.
Los avances de La biotecnología y específicamente la transgenia es una de las herramientas que más ha aportado en mejorar resultados de los cultivos anuales. Significa, entre otras cosas, mejores rendimientos y mayores ahorros por menor uso de agroquímicos.
Uno de los cultivos con más avances es el maíz. "La biotecnología de segunda generación ha permitido desarrollar híbridos portadores de ocho eventos simultáneos, como múltiples protecciones a insectos y protecciones a herbicidas", señala Hugo Campos.
Y no se quedan sólo en eso. Ya se anticipa, para 2012, la liberación en EE.UU. de uno tolerante a sequía.
Aunque es difícil dar una referencia aproximada porque depende de cómo se adecue a las condiciones de Chile, se calcula que este hibrido podría rendir entre 5 a 10% más que uno no transgénico.
El mejoramiento genético para el trigo en cambio ha sido bastante más lento debido en parte a que ha estado a cargo de instituciones públicas. Sin embargo, a través de la incorporación de privados al tema, se está avanzando en su mejoramiento genético, lo que permitiría generar variedades con tolerancia a la sequía, a bajos niveles de nitrógeno en el suelo, una mejor calidad agroindustrial o con cualidades nutracéuticas.
Arroz: transparencia y precio conocidoA fines de los 60' se llegó a alrededor de 40 mil hectáreas sembradas de arroz en todo el país. Según datos de Odepa, la superficie cultivada en la temporada 2007/08 fue de sólo 20.960 hectáreas. A pesar de que el país tiene buenas condiciones de clima y genera granos de gran calidad, la superficie plantada, de éste y otros cereales, no paraba de caer. En el caso del arroz, como en el de la mayor parte de los cereales, el principal problema era la comercialización. Hasta la temporada 2007-2008, los productores del grano entregaban su producción sin saber cuánto obtendrían por ella y no tenían la infraestructura que les permitiera esperar conocer los precios internacionales.
"El arroz se cosecha húmedo y debe ser entregado en cuanto se cosecha para que los molinos les quiten las impurezas y lo sequen para que el grano no pierda calidad. No podíamos esperar para conocer un precio, porque no teníamos capacidad de acopio", señala Jaime Maureira productor y ex presidente de Fedearroz.
La situación cambió cuando en la temporada 2008/2009 2008/2009 Carozzi una de las principales compradoras del grano, ofreció establecer contratos de compra, es decir fijar el precio antes que los productores siembren.
Al cambio en la comercialización, se sumó la diferenciación del producto chileno del importado. Todo el arroz chileno es de origen japónica, de grano largo ancho y con una cualidad especial -a diferencia del arroz índica que se importa- absorbe los sabores, por lo que su precio a nivel internacional es un poco mayor. Sin embargo, hasta ese momento al pasar por los molinos, el arroz importado terminaba etiquetándose como chileno.
Así, diferenciación y transparencia fueron la ecuación que permitió que el arroz recuperara terreno, especialmente en ingresos para los agricultores.
"Pasamos de ser un cultivo de subsistencia a ser el cereal más rentable del mercado", señala Jaime Maureira
Y a revertir la tendencia histórica a la baja, porque de las 22 mil hectáreas que hay actualmente, se calcula que se podría llegar a 30 mil.
Revista del Campo Feb 22, 2010.

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